
Al comenzar a escribir mi historia en 2019, pensé que lo hacía porque había alcanzado el final de mi odisea espiritual. Creía tener, en mi versión del chamanismo, ese punto de equilibrio entre la razón y el misticismo que tanto busqué. Así que decidí que era el momento de hacer balance y poner por escrito el testimonio de mi odisea desde el materialismo a la espiritualidad.
Por aquel entonces, ya asentado en Canadá y a la espera de mi hijo Benjamin, seguía oficiando ceremonias chamánicas cuando se presentaba la oportunidad. Dirigí un par de círculos de palabra con familiares y algunos amigos interesados en conocer este tipo de ceremonias. Realicé limpias de tabaco a dos personas que buscaron mi ayuda con situaciones de conflicto con sus parejas.
Veneré cada oportunidad de portar mis vestiduras y collares, tocar el pincuyo o la armónica y fluir en el performance del chamán oficiante. A diferencia de Colombia, donde lo difícil es evitar descuidar otros asuntos por estar participando en encuentros espirituales, en Canadá esos espacios eran inusuales. Por eso, ocasionalmente asistí a los círculos de palabra que el abuelo Luis organizaba por videoconferencia y coordiné algunas mambias virtuales con amigos de Colombia para mitigar mis nostalgias de curandero.
La Semilla del Cambio
También mantuve por algún tiempo costumbres folclóricas que me quedaron de mi pasado muisca, como bañarme con jabón azul, insuflarme con tabaco en polvo y articular rezos en momentos de dificultad. No obstante, gradualmente y sin percatarme, me encaminaba irremediablemente hacia un escepticismo radical.

El catalizador de esa transformación fue una modesta aplicación móvil que instalé ese año en mi teléfono: Libby, la app del sistema de bibliotecas de Toronto. Esta sencilla aplicación fue una puerta al mundo del saber: no solo podía reservar cualquier libro digital, sino que también gané acceso a miles de audiolibros. Esto fue perfecto para mí, ya que nunca fui aficionado a la lectura en papel.
El primer audiolibro que escuché fue “Una Nueva Tierra” de Eckhart Tolle, pero no me impactó como su primer libro. En lugar de eso, lo encontré repetitivo y pretencioso. Yo ya no era aquel aspirante a la iniciación descubriendo un nuevo mundo; todo cuanto encontraba en los libros de espiritualidad me parecía repetición.
Pero poco después volvería a experimentar esa sensación de trepidación intelectual, ya no por la sabiduría ancestral, sino por la increíble historia de la raza humana.
Del Misticismo a la Ciencia
El libro que transformó mi forma de ver el mundo fue “Sapiens” del autor israelí Yuval Noah Harari. También devoré sus secuelas: “Homo Deus” y “21 Lecciones Para el Siglo 21”. Causalmente, Harari cuenta haber encontrado la inspiración para escribir ‘Sapiens’ durante un retiro espiritual de meditación Vipassana. Curiosamente, esta conexión con la meditación Vipassana resonó profundamente conmigo, especialmente tras mi propio retiro en mayo de 2025, una experiencia que consolidó mi aprecio por la observación consciente.

Y no pude detenerme: continué con los libros futuristas de Michio Kaku, la astrofísica de Brian Greene y Neil deGrasse Tyson, los estudios sobre la mente de Malcolm Gladwell, los tratados sobre el azar de Nassim Nicholas Taleb, hasta llegar a los estudios sobre biología evolutiva de Richard Dawkins.
Sin embargo, fue el libro del astrofísico Sean Carroll, “El cuadro completo”, el que me ofreció la clave para armonizar el vasto conocimiento fáctico que estaba adquiriendo con la sabiduría espiritual. Carroll propone una fusión de una visión científica con una apreciación poética de la realidad, a la que denomina “naturalismo poético”. Al conocer este concepto, supe que era exactamente lo que estaba buscando.
El núcleo del naturalismo poético yace en la idea de que no hay una división entre materia y espíritu; más bien, existe un único mundo natural. El aspecto ‘poético’ se encuentra en que hay múltiples maneras de describir y hablar de ese mundo, siempre que sean coherentes con la realidad observable.
El Eco del Cosmos

Al comprender el naturalismo poético, recordé mis líneas favoritas de Carl Sagan en su serie “Cosmos”. Me transporté a mi infancia en Bogotá, emocionado al escuchar el inicio de un nuevo episodio. Frases como “Somos la forma que el cosmos tiene de conocerse a sí mismo” o “Somos polvo de estrellas” se habían grabado en mi memoria. Creo que mi búsqueda espiritual fue, desde el principio, un intento de comprender esas frases que, siendo un niño, me sonaban mágicas y evocadoras.
Esta podría ser la razón por la que sentí que me enfrentaba a una verdad profunda cuando los abuelos muiscas me hablaron de que nuestro origen provenía de las estrellas. Me dejé seducir por fantasías de viajes interestelares y teorías pseudocientíficas.
El Efecto Pandemia y el Rostro del Pensamiento Mágico
Estas creencias, inicialmente inofensivas, mostraron su peligro durante la pandemia de Covid-19. El miedo impulsó a millones a creer y difundir teorías conspirativas. Me pareció inverosímil que alguien razonable pudiera creer tales absurdos, pero luego reflexioné sobre mi propio pasado. Yo también había creído en ideas no muy distintas, como la obsesión con la retención del semen o el uso liberal de plantas de poder como el tabaco, incluso delante de niños, creyendo que sus efectos dañinos eran una conspiración.

Sin embargo, yo había cambiado. Años de educación en ciencias habían debilitado los frágiles cimientos de mis creencias. Sentí que las circunstancias mundiales requerían una postura firme contra la mentira y la desinformación, por mi rol como guía y protector de mi familia.
Enfrentando la Realidad y el Azar
La pandemia reveló el verdadero rostro del pensamiento mágico que había practicado. Ante la disyuntiva entre conocimiento basado en evidencias y creencias fundadas en la fe, elegí el camino del escepticismo. Aún así, me costaba aceptar la tiranía del azar, pero cualquier duda se disipó cuando presencié el calvario de mi tío Álvaro en su lucha contra el cáncer. Un hombre bueno que no merecía ese destino.

No fueron sus creencias, sus palabras o sus silencios los que desataron su enfermedad. Fue el implacable azar. El sistema inmune de un anciano es más propenso a fallar, sumado a su exposición a agentes cancerígenos como agricultor y la precariedad del sistema médico. A pesar del dolor, verlo sonreír en nuestra despedida me recordó una epifanía: “No importa cuán desesperada sea la situación, siempre habrá un nuevo amanecer”.
Un Nuevo Camino: El Escéptico Espiritual
Al concluir la escritura de mis memorias, aún conservo ciertas prácticas. Mi altar chamánico es ahora una ventana a un pasado que recuerdo con gratitud. No me arrepiento de mi búsqueda; comprobar que estaba equivocado no fue un error, sino un paso más cerca de la verdad.
La espiritualidad me llevó a maestros y enseñanzas llenas de sabiduría. Descubrí el poder del círculo de palabra y la magia de la observación consciente. Y gracias al “naturalismo poético”, he podido compartir mi camino en mi podcast “Espiritualidad y Ciencia”, buscando un punto de encuentro entre el respeto por la verdad y la visión mágica del mundo que muchos amamos.

En esta nueva etapa, he encontrado espiritualidad en la ciencia y religión en el escepticismo, como en la estructura ceremonial del podcast “The Skeptics’ Guide to the Universe”. La ceremonia es inherente al ser humano; nos impulsa a creer y a crear algo más grande que nosotros mismos. Me identifico como un escéptico espiritual porque es la manera en que puedo alcanzar el cielo y la infinidad, manteniendo los pies firmemente en la tierra.